Uno de los más sublimes placeres para los que anhelamos internarnos en ese laberinto recóndito del universo humano, es el de desvelar joyas bibliográficas semiolvidadas, devueltas al presente en virtud de una larga e inopinada cadena de búsqueda, la pura casualidad o el conjunto de actos inconscientes implicado en esta nuestra especial clase de curiosidad. El hombre de letras, lo mismo que el filósofo o el “científico” (considerando como tales, también a los audaces experimentadores del pasado), están guiados por pulsiones parecidas; impulsos que les conducen a hundir sus dos manos en el cieno pútrido del secreto terrible que anima a los vivientes. No lo dude: nuestra suerte corre paralela a esos experimentadores que, centuria tras centuria, velan ocultos por trascender el conocimiento de tal o cual materia. Y no, no hablo exclusivamente de alquimistas y astrólogos, al albur de errados conocimientos precientíficos, sino de médicos, biólogos, zoólogos, geólogos, exploradores, astrónomos, historiadores o químicos. Con seguridad, usted no les conoce, no por ignorancia, desidia o desinterés; no le estoy insultando con subrepticio ánimo, estimado lector. Muy al contrario, las vidas de estos mártires pasan inadvertidas a sus contemporáneos debido a un simple y delicioso hecho: los agentes o veladores del progreso no generan simpatía. Con frecuencia no son guapos, tampoco amables ni éticamente presentables; entre sus logros no se hallan la fascinación de las masas ni el cortejo de los malvados, los soberbios y los idiotas de este mundo. Yerran desvalidos, por mucho que se afanen en demostrar lo contrario. Y además carecen de perfil en Facebook o Twitter.
Se les puede hallar en ecosistemas en apariencia inhóspitos para rarae aves como ellos, tales como suburbios insalubres o escenarios de extrema pobreza, violencia o miseria intelectual. Y todos tienen una característica en común: son grandes trabajadores, apasionados de sus respectivas materias que dedican su vida a un proyecto del que sólo ellos dan cuenta. No es infrecuente, por si fuera poco, que estos sacerdotes de la palabra, la aritmética o el experimento, sean confundidos con los visionarios, es decir, con esos individuos que generan apego inmediato entre sus congéneres debido a las habilidades de mentalista de las que hacen gala. Estos charlatanes dotados de extremo talento viven a costa de nuestros entrañables sujetos (en masculino y femenino), traduciendo sus peroratas científicas a un lenguaje llano; presentando sus inquietantes descubrimientos en un envoltorio tolerable y atrayente para las masas. Puede que unos y otros sean necesarios, a su manera.
Pero me pierdo; mi pretensión al escribir este post es mucho más humilde: hacerle partícipe, estimado lector, de una bibliografía que compilo, con azaroso ánimo, desde hace años. En ella se dan cita los variopintos productos de la pretérita ciencia junto a curiosidades y exabruptos de estafadores y estafados, que en su día obraron al amparo del pensamiento marginal u oficial. A esta selección la denomino “la biblioteca gris”. Ni blanca ni negra. Concentrada en aquella región adonde van los desterrados.
Disfrute.
Hauber, Eberhard David, Bibliotheca sive Acta et Scripta Magica, Lemgovia, 1738.
Fortunio Liceti, De Anulis antiquis librum singularem…, Typis N. Schiratti, 1645.
Ulisse Aldrovandi, Serpentum, et draconum historiæ libri duo…, Clemens Ferronius, 1640.
Jubinal, Achille, Explication de la danse des morts de la Chaise-Dieu…, Paris : Challamel, 1841.
Cyrano de Bergerac, Selenarhia, or, The government of the world in the moon : a comical history / written by that famous wit and caveleer of France, Monsieur Cyrano Bergerac ; and done into English by Tho. St Serf, Gent., London : Printed by J. Cottrel, and are to be sold by Hum. Robinson …, 1659.
Ambroise Paré, Les oeuvres d’Ambroise Paré…, N. Buon, 1628.
Hall, Frederic T.The pedigree of the devil, Trübner & Company, 1883.
Pietro Pomponazzi, Tractatus de naturalium effectum causis, sive de incantationibus…, 1567.
Beinecke MS 408 (“Voynich Manuscript”), [ca. 1401-1599?]
Para terminar, le recomiendo la lectura de: “The oldest herpetological collection in the world: the surviving amphibian and reptile specimens of the Museum of Ulisse Aldrovandi”, Amphibia-Reptilia 34 (2013): 305-32. Dejamos para más adelante más posts relacionados con estos curiosos exploradores a caballo entre el Renacimiento y el Barroco (hablamos de personalidades como Ulisse Aldrovandi, Pietro Stefanoni, Andreas Libavius, Gaspar Schott, Georg Stengel o Athanasius Kircher); Virgilios cicerone a la vanguardia de sus respectivos campos, dotados de una fuerte inclinación por la disección erudita de la naturaleza, cuyos descubrimientos conllevaron tanto avances como retrasos. Personajes y circunstancias fascinantes, que valdrían de inspiración a más de una novela de éxito.
Imagen: “Archive of the Landesamt für Vermessung und Geoinformation” (2005). Copyright of the author: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Litography_archive_of_the_Bayerisches_Vermessungsamt_02.jpg